El Sueño
El tema | Textos de Orientación

Nada más concreto que el sueño, su uso, su interpretación

Christiane Alberti

Christiane Alberti

Mis sueños solo tienen interés en su relación con el psicoanálisis. Fuera de la experiencia de un análisis, el relato del sueño es tan aburrido como el relato de las penas, “nada les concierne menos”[1] señala justamente Nathalie Azoulay.

Durante la cura, el sueño interpela, afecta, intriga. Nos habla y habla de nosotros. Aún hoy a pesar de quienes consideran su enfoque como antigüedad freudiana, mujeres, hombres y niños dirigen sus sueños al psicoanálisis. El sueño llama a la elucidación, la luz, el sentido pues en su aspecto más profundo, el sueño es “deseo de ser interpretado”[2]. Si bien no se confían los sueños a cualquiera, el sueño sin embargo no es lo más íntimo que tenemos sino lo que tenemos como más concreto. A condición de referirlo a la experiencia de la palabra en el campo del lenguaje.

El sueño, es su relato

Si el sueño encarna para el sentido común lo oscuro e inefable, el método freudiano no se atiene más que a la palabra del soñante. El sueño es su relato. No es nada más que su interpretación.

A falta de esta lectura, se vuelve siempre a hacer del sueño un nuevo plano de la realidad en el seno de la cual puede ser el objeto de una explicación inmanente, y por lo tanto hacer de la interpretación un metalenguaje.

Que se recuerde aquí que Georges Politzer eligió precisamente el ejemplo del sueño para demostrar que la invención freudiana había abierto una vía regia e inédita hacia un camino concreto, fundado en razón, verdadero antídoto a la psicología formal y abstracta[3]. Si el análisis freudiano del sueño es ejemplar para Politzer, es porque le permite captar que la esencia del psicoanálisis reside en su referencia al lenguaje. Por la asociación libre, el sueño nos es dado por un acto significante. El relato viene por lo tanto exactamente al lugar de la introspección. Constituye la materia objetiva del sueño. Lo que constituye la armadura es la materialidad significante. No es ni interior ni exterior, sino significante.

Aprender el psicoanálisis sobre su propio cuerpo, según la feliz formulación de Freud, pasa sin dudas, por el relato del sueño y su interpretación. En un psicoanálisis, se aprende a hablar el inconsciente. Se experimenta allí lo que constituye el sabor de la materia significante: el significante prima sobre el significado, la materia sonora sobre el sentido. La retórica muy especial de lo que Freud nombra proceso primario, se descubre allí, hecha de alusiones, de sobre entendidos, de equívocos, los de una lengua tejida en la homofonía. Ese desplazamiento del sonido y del sentido es una experiencia crucial, que desorienta al soñante. El efecto asumido es de separación del yo: efecto sujeto puntual y evanescente, fijeza de un deseo de un extremo al otro de la vida.

Lejos de descubrir los pensamientos subterráneos de las fuerzas oscuras, vemos que el inconsciente se atrapa, por el contrario, concretamente, en la superficie, a ras del discurso, en los juegos del significante. L’Enstellung, como lo destaca Lacan, no es nada más que el deslizamiento de los significados bajo el significante. Se hace allí la prueba de un texto inestable, hecho de transformaciones y de mutaciones incesantes, de un personaje a otro, de una cosa a otra, de una palabra a otra, de una letra a otra. El sueño no traduce un texto que ya está allí, sino que se constituye de relatos sin cesar en movimiento que en definitiva hacen de él un texto indecidible. Transporta y moviliza los significantes que contienen al sujeto tanto como los contiene: el inconsciente, es el discurso del Otro. Por y en el juego del significante, “el sueño es ya en sí mismo interpretación salvaje ciertamente pero interpretación”.[4]

Deseo de ser

En ese deslizamiento incesante, se manifiesta un deseo que sin duda da cuenta de que nosotros no amamos nuestros sueños, sino que amamos soñar.

A propósito de la tesis del "sueño-realización de deseo", señalemos la lectura comprometida que hizo Politzer en homenaje a la invención freudiana: "No se trata de decir que el sueño es la realización del Deseo en general, sino la realización de un deseo particular." Dicho de otro modo, Politzer restituye su sentido fuerte al término realización. Freud no dice que el sueño pone en escena, metaforiza un deseo ya allí, sino que por el sueño, en el sueño, se realiza un deseo. Politzer empuja su lectura hasta el punto de decir que por la teoría sueño-deseo, Freud “hace del sueño, de hecho, un acto, un acto del sujeto particular del cual él es el sueño”[5]. No se trata por lo tanto simplemente de una relación a establecer entre el contenido del sueño y lo que sabemos del sujeto, sino concebir el sueño como “la encarnación actual del yo”, según la expresión de Politzer. Al hacer del sueño un acto del sujeto, el análisis de Politzer habría podido encontrar su coherencia con la noción de un "inconsciente del cual se es sujeto", tal que Lacan lo formula en su “Televisión”[6]. Pero sin su exigencia de preservar el acto del Yo en su continuidad, Polizter recae en los caminos trillados de la psicología universitaria fundada en un Yo ilusorio del dominio, como Lacan lo demostró[7].

El sueño es efectivamente ante todo la experiencia de la producción de un sujeto, en el sentido del producto singular de un sujeto pero también en el sentido en que eso determina un sujeto, eso produce un sujeto como efecto.

Apenas relatado, el sueño se nos escapa entre los dedos y lo que queda de él al despertar, como si estuviera animado de otra voluntad, en todo caso una intención de significación que viene a contrariar la del soñante[8]. Ese want to be del inconsciente, para retomar la formulación propuesta por J.-A. Miller, se realiza en la combinación y la sustitución misma de los significantes.

Freud introduce la expresión "el núcleo de nuestro ser" al situar el sueño a nivel del proceso primario. En suma, los “movimientos deseantes inconscientes”[9] serían constitutivos de ese núcleo. De allí la definición ontológica que J.-A. Miller, en su curso sobre el ser y el Uno deduce, según la cual el ser, es el deseo [10] .

En resumen, cuanto más el sueño interpreta, más se lo interpreta, más se hace ser, más se agranda nuestro ser de deseo.

Ese deseo de ser, se acompaña de una certeza.

Certeza cartesiana

El sueño da a ver, da a escuchar. En suma, se nos ofrece, no sin suscitar la perplejidad, la duda pero de lo que estamos seguros es de que nos concierne. ¿Qué funda esta certeza? Es la certeza que Lacan extrae del recorrido de un Freud soñante de la que sostiene que semeja una experiencia cartesiana - en el sentido que parte del fundamento del sujeto de la certeza. Se trata de aquello de lo que puede estarse seguro.

Con este fin, lo primero que se debe hacer es superar lo que connota todo lo que corresponde al contenido del inconsciente - especialmente cuando se trata de hacerlo emerger de la experiencia del sueño - superar lo que flota alrededor, lo que puntúa, mancha, tacha el texto de toda comunicación del sueño - No estoy seguro, dudo. ¿Y quién no dudaría a propósito de la transmisión del sueño cuando el abismo, en efecto, es manifiesto, entre lo que se ha vivido y lo que se relata?

Ahora bien - y esto es donde Freud pone el acento con toda su fuerza - la duda, es el apoyo de la certeza. La motiva - es justamente allí, dice, signo de que hay algo para preservar.[11]

Volvamos al texto que toma Lacan como referencia. Analizando el olvido en el sueño, Freud comienza por señalar que no tenemos “ninguna garantía de conocerlo tal como ocurrió realmente”[12]. El relato que hacemos esta perforado de lagunas, de infidelidades y perdemos los elementos más interesantes. Los fragmentos que conservamos nos parecen inciertos. Pero lo que sostiene el relato es el No estoy seguro, dudo. En una inversión ética notable, Freud lejos de hacer de esa duda un obstáculo al advenimiento de una certeza, hace de ella el apoyo seguro. Incluso da el ejemplo de un pequeño procedimiento técnico para señalar cómo cada vez que la memoria desfallece, que la palabra del soñante resbala, considera que hay allí el índice de lo que hay que preservar. La duda no concierne a la producción del soñante, es el signo de algo que cojea, falla, no encaja. Y Freud se sirve de ello como decir, como algo también seguro que el "Signo borda sobre la túnica de Siegfried" que utiliza Hagen. El colofón de duda debe integrarse al texto mismo del sueño. Protegerlo, usarlo para apuntar a un progreso del saber.

Si hay analogía con Descartes, se refiere al recorrido inicial de la certeza fundada en el sujeto: “Allí donde Freud duda -pues finalmente son sus sueños, y es él quien al comienzo, duda - es seguro que hay allí un pensamiento inconsciente, lo que quiere decir que se revela como ausente...En suma es seguro que este pensamiento que está allí solo cualquier yo soy, si podemos decirlo, -por poco que esté allí el salto algo piensa en su lugar”[13]. La disimetría entre Freud y Descartes aparece por el contrario, en la serie que Descartes da al cogito inicial donde será necesario asegurar la existencia de un Otro que no engaña.

En el campo del inconsciente, el sujeto está en su casa, nos dice Lacan y esta certeza es la que moviliza aún, cuando al hacer un paso más, integra la dimensión pulsional del sueño, especialmente en el Seminario XVI. Siempre en la falla de una frase se dibuja la apuesta del sueño, como en el famoso Padre no ves... Lo que debe guiar aquí en la interpretación indica Lacan, no es “ciertamente, ¿qué quiere decir eso?, y tampoco ¿qué quiere al decir eso? sino ¿qué es lo que al decir eso quiere? Eso no sabe lo que quiere, en apariencia”[14]. Certeza que un querer gozar sobrepasa el querer decir, que el querer gozar encuentra su materia en el decir.

Cuando eso se desinfla...

El carácter concreto del sueño surge también paradojalmente por lo que se experimenta como un límite a la interpretación. Me refiero a esos sueños que tienen una incidencia real que marca un antes y un después en el progreso de la cura. No se trata tanto de sueños que vibran por el sentido gozado del fantasma, "una orgía de sentido" dice M.-H. Brousse. Esos sueños innegablemente son decisivos en el desarrollo de una cura, como elaboración de la frase del fantasma. Hago referencia más bien a esos sueños surgidos de ningún lugar, de ninguna parte, que nos dejan perplejos y que sin embargo permanecen inolvidables. Por otra parte, Freud lo señala: los sueños que mejor cumplieron su función son aquellos de lo que nada se sabe decir al despertar.

El texto de Freud “Die Grenzen der Deutbarkeit” “Los límites de la interpretación”, esa pequeña adición a la Traumdeutung, el comentario que hace de él Lacan me llevaron a precisar su alcance. Ese texto forma parte del ensayo titulado "Algunos suplementos al conjunto de la interpretación de los sueños" fue redactado por Freud en 1925 y apareció en el volumen 3 de las GW.

Compuesto de tres partes, “Los limites de la interpretación”, “La responsabilidad moral del contenido de los sueños” y “La significación oculta del sueño”, estaba destinado con otros dos artículos a completar “La interpetación de los sueños”[15]. Introduce algo diferente a la tesis de realización de deseo.

En el primer texto, Freud se pregunta si es posible dar “una traducción completa y segura de cada producto de la vida del sueño con el modo de expresión de la vida despierta (Bedeutung)”[16]. Todo el comentario de Lacan está centrado en el cifrado del sueño. Los límites de los que se trata conciernen por lo tanto al cifrado y no al descifrado- es el punto esencial.

Freud destaca que la actividad de soñar forma parte de aquellas que aportan un gran placer, oponiéndose de este modo a la actividades útiles. Lacan lo intepreta señalando que el soñar apunta a un Lustgewin, un plus-de-gozar. Dicho de otro modo, Freud agrega aquí otra dimensión del sueño: en el cifrado mismo se gana algo. El sueño moviliza la dimensión propia del lenguaje en tanto no tiene otra meta que el goce y no tiene nada que ver con la comunicación. Ahora bien, Lacan señala, que si el goce está en el cifrado (dormir = el menor goce posible), no puede ser llevado tan lejos, encuentra un límite. Lacan atrae nuestra atención sobre lo que señala este límite: precisamente el mismo momento en que "llega al sentido. Es decir, que el sentido en suma es bastante corto. No se descubren treinta y seis sentidos al bi-du-bout del inconsciente: es el sentido sexual. Es decir muy precisamente el sentido sin sentido" Si el sentido sexual es corto, si es sentido sin sentido, es porque desemboca en una relación (Beziehunóng) con la relación (Verhältniss) sexual que no hay. En relación con ese real, es sin sentido.

No se ha experimentado ya, en efecto, que hay un momento como lo dice Lacan, donde "el sueño se desinfla, es decir se deja de soñar y el dormir permanece al abrigo del goce". El cifrado encuentra por lo tanto un límite, por el hecho mismo de la naturaleza del lenguaje. Lacan hace uso aquí del límite en el sentido matemático del término: la variable puede aumentar, la función no superará un cierto límite. Tan lejos como se lleve el cifrado, no llegará a soltar el sentido, porque el lenguaje está allí en el lugar del agujero de la relación sexual.

En ese momento, alcanzamos ese punto, imposible de interpretar, indescifrable porque no es del orden de la cifra, que Freud aisló como lo reprimido primordial, "lo que del inconsciente no será jamás interpretado"(Lacan). De tal modo que el sueño aquí tiene más bien un efecto de agujero que un efecto de sentido- Lo que en el sueño se hace lógica a patir de la ausencia de relación sexual. ¿La interpretación propia al análisis, no debe apuntar a esto?

En el sentido no de hacer resonar el equívoco de sentido a sentido, sino agregar al ombligo del sueño el vacío de la significación. Como lo indica J.-A. Miller en el sentido de un forzamiento por el cual "un sentido, siempre común, puede resonar como una significación vacía, que no está vacío sino a condición que uno se consagre a ello»[17].

A partir de allí, todo el inconsciente se revela como defensa, elucubración de saber su lalangue a partir de ese agujero: El lenguaje aparece al mismo tiempo como una abstracción en relación con lalangue que debe captarse en su materialidad concreta, la más estúpida, sustancia gozante que no sufre ninguna atribución, ninguna intención, ningún destinatario. El sueño hace captar la noción de otro inconsciente, tomado a la letra, no el sentido de las palabras, sino "las palabras en su carne" según la expresión de Lacan, tomada en su materialidad. En esta orientación que J.-A. Miller calificó como materialista, la noción de materia es fundamental. Dice que la materia sonora es exactamente lo que se opone al sentido, funda lo mismo cuando la del sentido funda el Otro. Funda concretamente el parlêtre, como un cuerpo aparejado y cuerpo de la apalabra, pues no miente por estar fuera de sentido.

Lo que yo llamaría la calidad física de esos sueños, su uso rigurosamente concreto, nos enraíza, haciéndonos percibir otros alcances de la existencia mas firme, menos ilusorio.

Un sueño:
Un hombre, una mujer... ¿ocurrió algo ? ¿acaba de ocurrir algo ? ¿va a ocurrir algo? ¿no ocurre nada? el sueño está rodeado de este indecidible absoluto. ¡F lop!

Nunca se encuentran no porque no puedan (nada que ver con un deseo languideciente) sino porque el sueño se desinfla bruscamente y termina en un flop!

Traducción: Silvia Baudini

NOTAS

  1. Azoulai, N., Titus n’aimait pas Bérénice, P.O.L. éditeur, 2015, p. 16.
  2. Miller J.-A., "La interpretación al revés", "Entonces Sssh", Eolia, Barcelona y Bs. As., Julio 1996.
  3. Cf., Alberti, C., « La langue concrète que parle l’inconscient », Ornicar, n° 53, Paris, Navarin éditeur, 2019, pp. 145-161.
  4. Lacan, J., El Seminario, Libro 16, De un Otro al otro, Bs. As., Paidós, 2008, p. 182.
  5. Politzer G, Critique des fondements de la psychologie, op. cit., p. 69.
  6. Lacan J., “Televisión”, Otros escritos, Bs. As., Paidós, 2012, p. 544.
  7. Lacan J., El Seminario, Libro 17, El reverso del psicoanálisis, Bs. As., Paidós, 1992, pp. 66-67.
  8. Cf., Miller J.-A., « La interpretación al revés » op. cit.
  9. Freud S., “La interpretación de los sueños”, Obras Completas, Ordenamiento, comentarios y notas de James Strachey, con la colaboración de Anna Freud, Bs. As., 1996, Amorrortu Editores.
  10. Miller J.-A., “El ser, es el deseo”, Clase del 11 de mayo de 2011 del curso de J.-A.Miller, L´Un tout seul, inédito, Establecimiento de texto: Christiane Alberti y Philippe Hellebois, Traducción Silvia Baudini. https://congresoamp2020.com/es/articulos.php?sec=el-tema&sub=textos-de-orientacion&file=el-tema/textos-de-orientacion/el-ser-es-el-deseo.html
  11. Lacan J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, Bs. As., Paidós, 1999, p. 44.
  12. Freud S., La interpretación de los sueños, op. cit., p. 68.
  13. Id., ibid.
  14. Lacan J., El Seminario, Libro 16, De un Otro al otro, op cit. p. 183.
  15. Sin embargo no fue vuelto a publicar ni en la edición siguiente (8ava, 1930) ni en el volumen 2/3 de las GW (1era edición 1942) que corresponde a "La interpretación de los sueños". o en el tomo 14 d las GW que reagrupa los trabajos de Freud de 1925 (publicado en 1948). Fue incluido en el último volumen aparecido en las GW (vol. 1, 1952).
  16. Freud, S., “Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto”, Obras Completas, Ordenamiento, comentarios y notas de James Strachey, con la colaboración de Anna Freud, Bs. As., 1996, Amorrortu editores, Tomo 19, p. 129.
  17. Miller J.-A., « En deça de l’inconscient », La Cause du désir, 91, p. 126.