El sueño anfibio

Recibo un WhatsApp: "esta pandemia es una pesadilla, no puedo dormir; ni soñar se puede". Sin embargo, como ya lo he resaltado en las jornadas de Pipol 2019, Lacan no duda en plantear que "nada es más que sueño"[1]. Así como "todo el mundo delira, también todo el mundo sueña"[2]. Dándole Lacan al sueño una presencia central en la vida anímica del parlêtre. En efecto, la vida misma puede transformarse en una pesadilla y como tal puede distinguirse del sueño y de los sueños que uno lleva consigo. Aquellos sueños que orientan e iluminan el horizonte hacia donde uno se dirige. También he recibido la queja de no poder fantasear con todo lo que se fantaseaba previo a la pandemia. Paradójicamente, alguien está todo el día en su casa – se frena de golpe la vida hiper acelerada - y no tiene el mínimo tiempo para el respiro de la fantasía. En ese mismo sentido, alguien me decía que la vida es anfibia; uno bucea en las profundidades, pero necesita sacar la cabeza en la superficie para respirar un poco. Hay sueños que pueden ser un respiro mientras la realidad (¿Real?) es asfixiante. Hay sueños que ahogan y la realidad es un alivio. Efectivamente, la pregunta que nos propone Angelina Harari nos guía: "¿Seguimos soñando aún?"[3] y la retomo para preguntar sobre el lazo que hay con el sueño en medio de este mundo que aparece fuera de todo cálculo previo. ¿Podremos extraer – como lo propone la misma Angelina Harari – en el caso por caso "la diferencia absoluta del sueño"?[4]

En ese camino estamos, seguimos avanzando y soñando. A la vez, seguimos trabajando con Angelina y Jesus, con Silvia, con el Consejo AMP y con una comisión de organización que le sigue poniendo lo necesario en la orientación que nos propone Jacques-Alain Miller hacia un congreso que continúa estando aún en nuestro horizonte.