El Sueño
Traumdeutung | Inventario

Hacerse humo

Florencia F.C. Shanahan

“… esa ausencia del sujeto que en el Ello inorganizado se produce en alguna parte
es la defensa que puede llamarse natural, por muy marcado de artificio que esté
ese redondel quemado en la maleza de las pulsiones…”[1]

Marca de mi “enfermedad de la identidad” (uno de los nombres que le di a mi caso en la transmisión a los pasadores) fue la ausencia casi total de actos fallidos, principalmente de lapsus linguae, durante los numerosos años que duró mi análisis.

Mi relación a la palabra me dejaba a merced de la tiranía de la exactitud y la precisión. La cotidianeidad no era digna de ser hablada en sesión. ¡Qué banalidad la realidad frente a la potencia de la palabra! Por mucho tiempo tampoco podía mencionar la teoría. ¡Qué impostura querer atrapar lo verdadero de lo real con los conceptos! El bien-decir confundido con el decir-todo, me tornaba cautiva de un silencio mortífero. Era otra versión de mi “no poder contar”.

Sueños, por el contrario, hubo muchos. Soñar me aliviaba. Aun hoy, después del pase, constituye el sitio donde verificar “eso” que me habita sin que yo pueda dominarlo ni reinar sobre él. Qué uso del sueño cuando ya no es llamado al desciframiento ni alimento del Otro encarnado en la transferencia?

Si se trata en el dormir de suspender algo de la relación del cuerpo a sí mismo desde el punto de vista del goce, de lo que perturba, el inconsciente quiere decir que, incluso cuando uno duerme, “el significante se pone a fastidiar.”[2] Y el fin del análisis no es el fin del inconsciente.

El sueño puede constituir, a veces, un modo de inscribir un límite al goce en el cuerpo,[3] pero un modo que es capaz de prescindir del decir-uno fixionalizado según el fantasma. Se trata de diferenciar, en la zona difícil del inconsciente como “misterio del cuerpo que habla,”[4] lo que se escribe y lo que se cuenta.

Un sueño que se produce un tiempo después de mi primer testimonio como AE: “Hay una ronda formada por doce mujeres etéreas, transparentes. Bailan sobre el pasto. De pronto se transforman en humo. Queda su marca”. El número doce remite a lo que había llamado “la edad en la que se constituyó el carozo de mi drama subjetivo,”[5] y a las doce uvas comidas a medianoche para recibir el nuevo año en España. Algo en mí dice: “Una por mes”.

La risa se suelta al leer allí “mess”. Nombre de lo ineliminable, de lo único que para el ser hablante no es, ni puede hacerse, humo: el lío en el que estoy metida. El embrollo hecho sinthome.

NOTES

  1. Lacan, J., Escritos 2, SXXI Ed., p. 634.
  2. Lacan, J., El Seminario, Libro 19, “… o peor”, Paidos, p. 217.
  3. Cf. V. Voruz, Continúa escribiéndose, https://congresoamp2020.com/en/articulos.php?sec=traumdeutung&sub=inventario&file=traumdeutung/inventario/19-10-17_it-continues-to-write-itself.html
  4. Lacan, J., El Seminario, Libro 20, “Aún”, Paidos, p. 143.
  5. F.C. Shanahan, F., “Primer Testimonio: Dejar que pase…”, Ghent, Septiembre 2019, en Mental y The Lacanian Review [en imprenta].